Al acercarme a la luz que colgaba misteriosamente, de la mano de mi acompañante, pude notar una silueta de una puerta que se dibujaba y desdibujaba a cortos intervalos en el aire. El escrito de la noche anterior se arrugaba dentro de mi mano crispada por los nervios. Recuerdo que mi amiga me dijo que no lo apretara, que era la clave para acceder al secreto que me era guardado. En ese momento, no entendía lo que me decía, pero sabía que las respuestas estaban a través de ese umbral, como si algo más allá de él aguardara para decirme por qué tuve ese sueño de mi amiga y las catacumbas, cómo entré al estado en que me paseaba y escribí lo que ahí llevaba en la mano, y quizá otras cosas... cosas que en ese momento no me imaginaba que siquiera podía un hombre saber, yo sabría, pero el precio es muy alto.
Más de lo que cualquier hombre puede pagar.

Escuché un "adelante", como venido del más profundo de los avernos, cavernoso y con eco, y me aventuré hacia adelante, cruzando el umbral. Fue muy curioso que de "este lado" viera a través de el como si fuera un vidrio clarísimo, pero que al cruzar, todo cambió. Estaba en el mismo paraje, pero no había luz alguna. Todo estaba desolado, sólo quedaban medios troncos de los árboles, quemados, parecían fósforos gruesos, negros, con una afilada punta... la tierra estaba dura, cuarteada, como un lago reseco. El umbral brillaba tenuemente hasta hacerse invisible. En ese momento desesperadamente salté hacia donde se encontraba, pero fue inútil, ya que di de bruces con el suelo. Al levantarme, mi amiga sólo dijo "Ya no podemos irnos por ahí. Debemos ir por la otra salida, por el arduo y extenso camino...". Fue ahí cuando el terror, y más que eso, la desesperación me invadieron. Grité, salté, me puse a correr, pensando en por qué había sido tan tonto de cruzar el umbral, pensé que había dejado todo atrás. Imaginar que nunca volvería se convirtió en mi tortura por un rato, pero después logré sobreponerme y le dije a mi amiga que siguiéramos adelante. Sólo armado con mi mente y mis manos empecé a andar con ella a mi lado. Aún escuchaba risotadas, lejanas, fundiéndose al silencio, como si supieran lo que me deparaba. Me temblaban las piernas y apenas podía andar. Creo que caminé, como arrastrado por el deseo de salir de allí, unas tres horas, arrastrando los pies, levitando casi, no lo sé bien. Fue allí cuando llegué al abismo. Me detuve en seco, cayeron unas cuantas piedritas. Las seguí con la vista no mucho tiempo, ya que unos instantes después fueron absorbidas por la inmensa oscuridad existente dentro de esa "boca" que había ahí en el terreno. Esa boca. Claro que lo era. Empecé a sentir su aliento infernal, flotando hacia arriba. Sus dientes, y una lengua que ascendió, llevándome hacia abajo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen texto Simon, se que algo habia leido de el, no me acuerdo donde realmente, creo que podias haber participado con él.

No me esperaba el final, me sorprendio, y eso es genial.

Saludos...

Jose

consatánica dijo...

que buen final .

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